Un subalterno de confianza del régimen, encargado de las persecuciones y malas
noticias. Actúa directamente a sus órdenes y está acusado de corrupción por varios países. Todo lo
cual, deja en evidencia que amparan a los culpables ya identificados, y que huyeron a Venezuela.
No habrá cooperación y menos captura. Podrían contar muchas cosas comprometedoras.
Hay molestia con razón. Se barajan acciones, hasta romper relaciones. En la Academia Diplomática
(que celebra 70 años, ¡felicidades!), enseñamos que la diplomacia es lo último que se interrumpe,
pues corta toda relación. Más de la mitad de los países del mundo, tienen profundas divergencias,
pero mantienen sus relaciones, al no haber reemplazo. Se puede demostrar por otros medios. Los
embajadores no están para aplaudir al gobierno donde están acreditados, sino para representar
los intereses del suyo. Aunque no coincidan.
Gestos, como notas de protesta o llamados a informar, son usuales. Si bien, finalmente no
producen grandes resultados. Las notas podrían responderse de manera insultante. Y un
embajador en su propio país, rebaja la vinculación y no tiene utilidad. En su puesto, sabrá como
actuar y procurar algún logro. Tal vez, el gobierno venezolano está buscando esta reacción, y
justificar no hacer nada. No caben tergiversaciones, y los culpables deben enfrentar la justicia, en
Chile o en Venezuela, sin impunidad.