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Adolescencia y violencia: cuando el entorno define las formas de existir

Nacional Adolescencia y violencia: cuando el entorno define las formas de existir
#9220 | 09 de Abril del 2025
Un diagnóstico reciente sobre niñez y adolescencia revela el vínculo entre contextos violentos, exclusión social y las crecientes manifestaciones de agresividad y autodestrucción entre jóvenes, llamando a una respuesta estructural y simbólica desde las políticas públicas.

La relación entre entornos violentos y la conducta delictiva en adolescentes va mucho más allá de lo que se observa superficialmente. La exposición sostenida a contextos marcados por la violencia impacta directamente en el desarrollo emocional, psicológico y social de niños, niñas y adolescentes, normalizando comportamientos agresivos y debilitando las herramientas internas de autorregulación.

En contextos de pobreza, exclusión, desintegración familiar o abandono institucional, la violencia puede convertirse en una forma de interacción, defensa o incluso afirmación de identidad.

Un factor clave es la percepción del presente. Influenciados por la instantaneidad de la vida cotidiana y la presión de redes sociales, muchos adolescentes creen que, si algo no se logra rápidamente, nunca se conseguirá. Esto limita su proyección de futuro, favorece reacciones impulsivas y eleva la frustración frente a obstáculos cotidianos.

El Diagnóstico sobre la situación de derechos de la niñez y adolescencia 2025 da cuenta de esta complejidad. Solo en 2024, 57 adolescentes fallecieron por lesiones autoinfligidas y 51 murieron por armas de fuego. El aumento sostenido en las consultas de salud mental, el consumo de sustancias y los sentimientos de soledad configuran un entorno crítico para el desarrollo emocional.

Un 32% de niños y adolescentes manifestó sentirse inseguros en su barrio o escuela. En primero básico, esta cifra alcanzó un alarmante 59%. La agresividad, esperable en esta etapa del desarrollo, se vuelve patológica si no encuentra espacios de canalización adecuados: juego simbólico, vínculos afectivos y ambientes seguros para la expresión emocional.

Entre 2019 y 2024, aumentó un 10,7% la cantidad de estudiantes de cuarto medio que se sienten solos. Además, el 70% de los alumnos entre quinto básico y cuarto medio dice haber sufrido acciones que los hicieron sentir mal, ya sea por su apariencia física (37%), forma de ser (30%) o rendimiento académico (30%).

Este malestar no es ajeno al contexto digital y los modelos sociales de éxito inmediato, que refuerzan ideales inalcanzables. La violencia, muchas veces, no es intencional, sino una forma desesperada de resolver la tensión entre lo que se espera ser y lo que realmente se es.

En cuanto a violencia sexual, los datos también son contundentes. En 2024, se registraron 89 interrupciones de embarazo en niñas y adolescentes, de las cuales el 88% fue por violación y el 58% correspondía a menores de 14 años. Los delitos de explotación sexual digital aumentaron un 45,12% entre 2022 y 2024, evidenciando fallas profundas en la protección estructural de la infancia.

El desafío es profundo y va más allá de lo punitivo o lo meramente preventivo. Se requiere una transformación estructural y simbólica: políticas públicas que prioricen el acompañamiento emocional, la educación emocional, el fortalecimiento de redes afectivas y la generación de espacios seguros de contención comunitaria.

La violencia adolescente, en última instancia, no es solo una conducta a corregir. Es un síntoma de una sociedad que aún no garantiza las condiciones básicas para que cada joven pueda construir su identidad sin recurrir al daño, ni convertirse en víctima del abandono.