La cuarta revolución industrial es un escenario cada vez más próximo a la agricultura chilena. Y es que las nuevas tecnologías están transformando la manera en que los productores gestionan recursos críticos como el agua o controlan al detalle variables ambientales con impacto en el negocio, dos desafíos de máxima relevancia en la era de la crisis climática.
Los datos en tiempo real que capturan módulos inalámbricos y sensores para monitorear múltiples parámetros del entorno permiten no solo un uso más eficiente de los recursos, sino también una gestión más precisa de los predios, explica Marco Quezada, gerente técnico de la compañía chilena Dripsa, especializada en la instalación de estas soluciones.
En ese contexto, el experto agrega que “la masificación de la telemetría en la agricultura chilena es un proceso gradual, que avanza poco a poco desde las grandes empresas del sector hasta los medianos y pequeños productores. Entre sus múltiples beneficios, podemos lograr una distribución más precisa y eficiente del recurso hídrico, además de una gestión donde la toma de decisiones y las eventuales correcciones se hagan en tiempo real”.
Una de las soluciones de telemetría que forman parte del catálogo de Dripsa es la de riego inteligente por goteo. Se trata de un sistema equipado con sensores de humedad y controladores automáticos que garantizan que cada planta reciba el agua justa y necesaria para su crecimiento. Otros desarrollos de riego de precisión utilizan mapas térmicos a partir de fotos satelitales y análisis del crecimiento de las plantas, maximizando la eficiencia el riego.
La integración de los sistemas en una única red es posible gracias a una de las tecnologías pilares de la cuarta revolución industrial: el Internet de las Cosas (IoT). Entre las plantaciones que están incorporando tecnología de vanguardia se cuentan carozos, cerezos, avellanos y cítricos.
Control de gestión más sólido
Las soluciones de telemetría agrícola se dividen en dos áreas: primero, la optimización en el manejo del recurso hídrico, a fin de automatizar el riego por medio de sensores que vayan captando los datos del ambiente para determinar la necesidad de que el cultivo reciba agua o fertilizante; y segundo, la captura de datos de diversos indicadores críticos, como el clima, el viento, la humedad o la radiación, que facilitan un control de gestión mucho más efectivo.
El gerente técnico de Dripsa detalla que mientras unos sensores alertan la falta de agua o fertilizantes, otros supervisan el comportamiento del entorno y permiten tomar decisiones ante variables ambientales como la humedad del suelo, la radiación o el viento, e incluso el diámetro del árbol (una medida de estrés hídrico). “Hoy recursos como la energía y el agua son críticos. El uso de telemetría hace posible obtener los máximos rendimientos con el mínimo costo”.
Desde la empresa nacional comentan que si bien la agricultura chilena es una actividad “tradicional y habitualmente poco innovadora”, cada vez son más los productores que se atreven a dar el paso y acelerar la implementación de cambios. La telemetría, en particular, llegó al mercado local hace una década, por lo que aún es considerada como una tecnología nueva por el mercado, aunque el escenario climático exige adoptar enfoques más competitivos.
“Todavía hay barreras culturales por derribar, pero cada vez se expande más la idea de que es una inversión con importantes réditos económicos. Los resultados son muy positivos. Pasamos de una actividad donde el producto regaba cuando quería o se acordaba, a uno donde se integran datos de variables atmosféricas, e incluso el nivel de tranques o canales, para aumentar el rendimiento y lograr un control de gestión más sólido”, concluye Quezada.