Kristian Buhring Bonacich
Director de Departamento de Salud Pública Sede Concepción
Facultad de Medicina Universidad San Sebastián
En las últimas décadas, el cáncer ha dejado de ser una enfermedad vinculada exclusivamente a la vejez. Investigaciones recientes evidencian un aumento preocupante en la incidencia de ciertos tipos de cáncer en personas jóvenes, incluso en grupos de edad que tradicionalmente se consideraban de bajo riesgo. Este cambio exige fortalecer las estrategias de prevención y promover estilos de vida saludables desde edades tempranas.
Un estudio publicado en The Lancet Oncology reveló un incremento significativo en la incidencia de cánceres como el de colon, mama y páncreas en personas menores de 50 años. Aunque las causas exactas aún están en estudio, los especialistas han identificado diversos factores de riesgo, como el aumento de la obesidad, la alimentación poco saludable, el sedentarismo, el consumo de alcohol y tabaco, y la exposición a contaminantes ambientales. Además, el acceso a mejores herramientas de diagnóstico ha permitido detectar casos que antes pasaban inadvertidos.
Uno de los factores más preocupantes es el impacto del estilo de vida actual. El consumo elevado de alimentos ultraprocesados y azúcares refinados se ha asociado con inflamación crónica, un precursor de ciertos tipos de cáncer. A esto se suma la reducción de la actividad física y el aumento del sedentarismo, lo que favorece la obesidad, reconocida como factor de riesgo para múltiples tipos de cáncer.
Una investigación de la American Cancer Society señala que hasta el 40% de los casos de cáncer podrían prevenirse mediante una alimentación equilibrada, ejercicio regular y la reducción del consumo de alcohol y tabaco.
Por otro lado, la exposición a contaminantes ambientales también desempeña un papel clave. Sustancias presentes en el aire, el agua y productos químicos de uso cotidiano pueden actuar como disruptores endocrinos o agentes cancerígenos, alterando el funcionamiento normal de las células. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha clasificado muchos de estos compuestos como potencialmente cancerígenos, lo que subraya la necesidad de regulaciones más estrictas.